

Por un lado, están aquellos que llegan a su Portería de forma voluntaria, por propia iniciativa y decisión. Atraídos por el roce del terreno, por el tacto del esférico, por el impulso de volar hacia el fastidio del gol.
Por otro lado, están los que son escogidos al margen de sus deseos, invitados a ocupar la posición que nadie quiere, obligados a la renuncia en la participación.
Ambos comparten la misma responsabilidad, asumir por encima de todos, la culpa del gol. En soledad bajo palos, aislados de la consecución, castigados con el error más decisivo, señalados con el dedo acusador.
El gol es acierto de todo héroe, la parada, del único salvador.





Que le condenan entre el acierto y el error,
del triunfo sobre la derrota.
Que le discuten entre el aplauso
y el murmullo de la crítica más feroz.
Tomas las riendas de tu motivación,
alzarás el vuelo donde nace tu parada.
Suerte, PORTERO...
